viernes, 19 de marzo de 2010

El show de los muertos

          Las cosas no van tan mal. Hay pocos ejemplos poderosos para el desanimo profundo y el estado de alerta constante del que, aparentemente, “la gente” vive presa. La imagen del ciudadano promedio que pintan los medios es la de un ama de casa aterrada porque Buenos Aires se parece cada vez más a Ciudad Juárez. Y uno ya no sabe si vuelve cuando sale, siempre se puede quedar en el medio de un tiroteo entre narcos. Esto pasa todos los días… Cuantos habrán visto desaparecer gente cayaditos, y si, todos los días. El muchacho protomediático, otrora emprendedor, ya no cree en el país. Soporta una sostenida amenaza de expropiación. La indisimulable inseguridad jurídica le recuerda a la Unión de República Soviéticas Socialistas, o alguna otra peste roja. Chávez rankea muy bien últimamente. Es posible que no este muy al día de lo que acontece en Venezuela, Bolivia o Ecuador, pero no importa. Un detalle nomás. Lula y Mujica son buenos, Evo o Correa no tanto porque se han metido con el campo y Chávez es el peor tirano de la historia de toda la humanidad pasada y futura. Con este complejo mapa sociopolítico el pibe común, de barrio, como vos y yo, sostiene la construcción social de sentido. Lo que dice la gente, la calle, lo que sienten los argentinos. Todos, toditos.
          El horror tiene diversas modalidades, dependiendo de las corporaciones que lo produzcan. Al horror de la inseguridad callejera y la inestabilidad jurídica se suman otros. El horror al la escalada inflacionaria, el desabastecimiento y la importación de trigo, leche o carne propiciado fundamentalmente por las corporaciones agroindustriales. El horror a la censura, a la persecución y eventual cooptación del periodismo independiente, o al silenciamiento de medios críticos, sostenido principalmente por las corporaciones multimediáticas. Horror a una mega devaluación, confiscación y pesificación de los depósitos bancarios instigado por la corporación financiera. El horror ante eventuales epidemias alimentado por las farmacéuticas. Horror frente a la desintegración de la familia, la degradación moral y el consecuente estallido social sostenido por la, por fin en decadencia, corporación sacerdotal. Recientemente se ha acrecentado la sensación de indefensión frente a eventuales catástrofes naturales. Este factor horror es elaborado con algunas particularidades por cierto sector de la prensa. En las variables precedentes, el enunciador (sojeros, grupos multimedios, el episcopado, los laboratorios) y el enunciatario (en todos los caso el gobierno nacional) están mas o menos diferenciados. En la versión catástrofe natural del horror que navega últimamente por las callecitas de Buenos Aires, con la salvedad que requiere lo contingente del fenómeno, el enunciatario esta prolijamente desdibujado. Los responsables políticos, no de que llueva mucho, mas bien de la desinversión estructural, suenan poquito. Distinto si la inundación es del otro lado de la General Paz.
          Es fácil advertir que estas diversas modalidades del horror no son tan diferentes y son solidarias entre si. Cada variante se despliega en cuanto la corporación en cuestión ve amenazados sus nichos de mercado. Y, siempre que los intereses de los unos no colisionen con los de los otros, cooperan en la producción de pánico. En medio de tanto espanto apocalíptico el tarado promedio no tiene ni tiempo de pensar. Vivir elaborando estrategias defensivas frente a un mundo que se le ha vuelto hostil consume todas sus energías. Como enfrentar una amenaza zombie solito y en Chacarita.

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          Hoy cobran Asignación Universal por Hijo 3, 4 millones de niños y adolescentes. Existe una Ley de Medios producto de la democracia, modelo a nivel mundial. El estado recupero para si una de sus principales y legítimas herramientas de financiamientos al tiempo que termino con la mentira y la estafa de las AFJPs. Puede que por primera vez en la historia la presidencia del Banco Central no quede en manos de un representante de la ortodoxia liberal. Los juicios a los responsables de la ultima dictadura no se detienen. Mas de 2 millones de argentinos que estuvieron obligados a trabajar en negro toda su vida hoy perciben una jubilación (los medios concentrados de la derecha por lo común se escandalizan por el aumento de las jubilaciones mínimas en relación al resto omitiendo este dato central). La impronta latinoamericanista se ha convertido desde el 2003 en una política de estado que ha logrado superar las buenas intenciones de Alfonsín. Se puede mencionar la intervención decisiva del gobierno argentino para evitar el golpe en Bolivia, la declaración conjunta y unánime del Grupo del Río sobre la soberanía de Malvinas, la efusiva oposición al golpe mediático-militar en Honduras. Se me endilgara inmediatamente el mote de oficialista. Ese adjetivo que el tarado promedio, la gente, aprendió a usar de la mano de TN y La Nación y que significa estar de acuerdo con al menos una medida del gobierno. Superado ese umbral se hablara ya de militantes Ultra K. Una enumeración como la precedente puede funcionar bien como excusa. Preocupados por defender su capital simbólico habrían de estar los sectores dizque progres. ¿Podrá el Socialismo defender el nombre al tiempo que rechazar el nombramiento de Marco Del Pont u obstaculizar el pago de deuda con reservas? ¿Cómo combinar el reclamo a viva voz de reforma tributaria con el rechazo de la 125? Sea quien sea el oponente ¿es licito dejar en ventaja a la derecha mas reaccionaria por la titularidad en unas cuantas comisiones? Estas profundas contradicciones de alguno sectores de centro izquierda son sospechosamente evitadas por los medios de comunicación. Y claro, el tarado promedio, destinatario privilegiado del discurso corporativo-mediático, ni se inmuta. La pregunta no existe. El solo intento de formularla, la intención, aun tibia, de un debate serio, lo confronta con el temido mote.
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          El ímpetu revisionista de los progres mas progres del parlamento (salvo algunas pocas excepciones, ninguno tiene responsabilidad de gestión) debería evitar pasar por alto algunas cuestiones. En el ´55, unas cuantas corporaciones que manejan de taquito el know how destituyente, hicieron lo que mejor les sale: voltear un gobierno popular producto de la democracia. Aunaron fuerzas la iglesia católica (los aviones que bombardearon la Plaza de Mayo llevaban inscripta la leyenda “Cristo Vencerá”), los medios masivos de comunicación, ciertos sectores de la sociedad civil, las corporaciones agroindustriales y la oposición, entre otros. El arco opositor era el mismo espectáculo decadente de varieté de hoy: la UCR y los más progres de los progres, socialistas, comunistas y demócratas progresistas. La construcción de sentido facilitada por estos actores posibilitó, entre otras tantas aberraciones, el bombardeo del 16 de Junio que en cuestión de minutos mato a más de 300 civiles que circulaban por Plaza de Mayo. Lo que sigue es mas o menos lo mismo. Restauración democrática, gorilas vs progres, progres vs gorilas, progres vs progres, anhelo de paz e institucionalidad por parte de los dueños de la pelota, golpe. Esta dialéctica de alcances y ramificaciones asombrosas se alteró sustancialmente durante la última gran crisis argentina. Son conocidos los efectos del neoliberalismo con el condimento de algún que otro gobierno 50% off de esos que cada tanto nos ofrece el radicalismo. A pesar de la inmensa degeneración del entramado social la crisis del 2001 fue encauzada por caminos institucionales. Caminitos precarios y poco conocidos aun, infectados de zombies, pero caminos al fin.
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         Todo esto debería conducir a un replanteo profundo y critico del rol de los sectores que se autoproclaman progresistas. Su funcionalidad histórica a la derecha reaccionaria; los resultados, más allá de las buenas intenciones, decididamente antipopulares; su vocación marginal, su inclinación al sectarismo y su falta total de compromiso con la democracia hacen necesario un debate sobre su papel a lo largo y a lo ancho de la historia. ¿O la Revolución Libertadora era lo que quería el Socialismo?
          Mas preocupados por diferenciarse del oficialismo mediante el oposicionismo compulsivo que por defender logros que, en muchos casos son consignas propias, no hacen mas que favorecer intereses corporativos voraces. Más pendientes de ganar el voto del tarado promedio que de dar discusiones serias. Siempre atentos a los modos. ¿Estarían tan pendientes de las formas en el 55? ¿Sería un buen resultado trocar a los K por una desquiciada e impredecible cultora del apocalipsis y el mesianismo? ¿O por un gobierno débil en serio (con chances de grandes descuentos si la oposición se comporta de esta manera) comandado por un traidor serial? ¿O por algún empresario cool que cada vez tiene menos inconvenientes en reconocer el carácter corporativo de su gestión? La verdad, lo dudo. Habrá que esperar para ver.

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