domingo, 1 de noviembre de 2009

Igualitos pero diferentes

            
          Me estoy poniendo monotemático. Lo se. Me disculpo. No puedo evitarlo. Apetitos de tolerancia, respeto y reconocimiento de una diversidad inagotable. O ganas de embromar. Depende de quien mire. En estos días, en la cargada agenda del congreso nacional, se discute una ley que reformaría el vetusto Código Civil permitiendo contraer matrimonio a personas del mismo sexo. La modificación es una cuestión de gramática. El artículo modificado (el 172) cambiaría “hombre y mujer” por “contrayentes”: Es indispensable para la existencia del matrimonio el pleno y libre consentimiento expresado personalmente por los contrayentes ante la autoridad competente para celebrarlo. El matrimonio tendrá los mismos requisitos y efectos, con independencia de que los contrayentes sean del mismo o de diferente sexo. En lo personal no es una cuestión que me afecte demasiado. El matrimonio no es una institución que me genere demasiada simpatía. A decir verdad me da igual. Si creo que existe un punto que merece ser atendido: por primera vez se debate el acceso a un derecho por parte de determinado sector al cual le estaba negado solo por su condición de minoría.

        La lógica que sostiene la afirmación “te mato porque sos judío, una raza diferente, por tanto inferior” es exactamente igual a “te niego este derecho (el matrimonio en este caso) porque sos diferente de lo instituido (la unión heterosexual), por tanto inferior”. La diferencia es de grados evidentemente. En un caso la negación recae sobre el derecho a la vida, en el otro sobre el derecho al ejercicio de una sexualidad plena independientemente de las orientaciones que esta pueda tener. Ahora estamos en el terreno de los Derechos Humanos y ahí si es en donde no me da igual.
            A la par de todo pronóstico, el diablo metió la cola. Otra vez. Estoy monotemático, lo admito. Pero no soy el único. Los argumentos de la iglesia para oponerse desnudan la misma cantarela oscurantista de siempre. No los voy a repetir. No tengo ganas. Pero ¿alguien se detuvo a pensar el nivel de absurdo que supone defender una postura cuando uno de los involucrados parte de la existencia de dios y el otro, por lo contrario, es ateo, o de una religión diferente? En el mejor de los casos dios no e s el mismo para todos. Como en cada aspecto de la vida (¿defensor de los DD HH o hincha pelotas?) la religión y el concepto de dios contenido por esta dependen de una interpretación. ¿Como una persona o institución pueden llegar al alarmante grado de intolerancia que supone afirmar la propia verdad (que es siempre un producto elaborado) como la única? Religiones hay miles. Todas evidencian mecanismos de construcción similares. Algunas tienen un dios que admite e incluso legitima la homosexualidad. Son siempre modos de interpretación posibles del mundo y de la misma verdad de fe, o similares. Ninguna puede arrogarse la posesión de la verdad, nadie puede hacerlo. Más aún teniendo en cuenta que desde el sismo que separo a los católicos en luteranos, anglicanos y calvinistas los dioses se confeccionan cada vez mas a medida, dependiendo de las demandas culturales, sociales y geográficas, o de la autoridad de turno. 



              Tal vez deberíamos dejar de suponerle la misma fe a todos y hacer el ejercicio de preguntarnos. Permitirnos los debates. Y que se llegue a otra cosa, a lo mismo o a nada. Pero no obturar de antemano el intercambio discursivo con arcaísmos fundamentalistas. Porque si a vos te parece que te hizo dios y a mi que me hicieron mi mamá y mi papá. Si vos pensás que dios hizo al hombre para estar con la mujer y yo creo que mi mamá y mi papá me hicieron para que realice elecciones. O si vos crees que tenés que portarte bien porque dios existe y castiga y yo creo que si tuviera la desventura de que exista tendría que batirme a duelo en una lucha a muerte por puro prestigio. Si todo eso pasa y no podemos permitirnos el ejercicio de la tolerancia estamos en una encrucijada muy espinosa. Porque somos muchos los que no le rezamos a nadie. Y son muchos los que si. 
         Condenar la diversidad a la exclusión y al vacío legal, es infantil, caprichoso e inmaduro, para ser amables. Racista, homofóbico y segregacionista, para ser realistas. Que los putos se casen. Que las tortas adopten. Si vos pensás que no es lo correcto tenés la opción de hacer lo contrario. La diversidad, de hecho, existe y es irracional negarla. No solo en el ámbito de la sexualidad. Permitámonos también preguntarnos por el aborto, por la eutanasia. Por ahí cambia algo. O capaz queda todo como está. Pero lancemos la pregunta. Hay que tener mas cuidado de no decir lo que se piensa. Y menos cuidado de pensar.
            Arderé en el infierno si me equivoco. Será producto de elecciones y acciones libres y voluntarias. Estaré feliz por ello al menos. Mientras este vivo elijo ejercer y defender el derecho a todas las libertades que me humanizan. El desafío no es homogenizarnos sino igualarnos en la diferencia, rescatar la singularidad.





Las pinturas son de Adro una vez mas.


2 comentarios:

  1. rescatar las minorías es el más dificíl de los desafíos.
    Me encanta...
    ¿hacemos?

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  2. un texto magistral!!! como todos los que he leido en esta pagina.
    Tremendo.

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